Mulán y los demás llegaron al frente de todo pero notaron que su amiga pelirroja ya no estaba y se miraron preocupados.
—¡Bueno, chicos! Vamos de vuelta a dentro, no dejemos que por una esa vomitona se arruine mi fiesta. ¿¡Quién quiere pastel!? —dijo Megara con superioridad a lo que todos respondieron con un grito y la siguieron adentro del salón.
Todos se habían ido, menos los amigos de Ariel que quedaron bastante sorprendidos al ver la piscina sucia.
—Vamos a buscarla. Debe de estar muy mal. —dijo Mulán angustiada. Todos le asintieron (sí, incluso Malina) y comenzaron por separado la búsqueda.
Ariel corrió y corrió por el jardín, recorriendo los alrededores de la gran mansión, hasta que vio que en la pared había una pequeña puerta de madera semi-abierta. La observó por unos momentos y algo temerosa se agachó y entró en el reducido espacio. Ese pequeño lugar era como una especie de bodega llena de artículos de limpieza y otros objetos viejos. Se sentó, acomodándose en el estrecho lugar y dejó la puerta un poco abierta para que entrara algo de luz, ya que estaba completamente oscuro allí dentro. Y la oscuridad no era lo único que caracterizaba este espacio, sino también el olor; un fuerte olor a humedad. Además de que por todas partes había polvo, pero ella solo quería ocultarse de todo ese ambiente de burla hacia ella. Quería llorar en paz y preguntarse porqué le había ocurrido eso.
—¡Ariel! ¡Ariel! ¿Dónde estás? —gritaba Jim buscando desesperadamente por todas partes. —Por favor...—bajó el tono de su voz con pena—, aparece...—caminó un poco más y luego le pareció escuchar un ligero ruido. Trató de seguirle y poco a poco iba tomando forma de llanto y gemidos. —¿Ariel? ¿Estás por aquí? —avanzó siguiendo los llantos y vio que había una puerta de madera de la cual al parecer era el lugar de origen de aquellos gemidos. Se agachó y trató de mirar adentro —¿Ariel? ¿Eres tú?
La chica escuchó esa voz y de inmediato supo de quién era, sin embargo, no se sentía de ánimos de nada.
—N-no quiero ver a na-nadie...—sollozaba, mientras que las palabras le salían quebradas y débiles.
—¿Ni a mí? Vamos, yo sé que no quieres estar sola. —trató de mirarle el rostro pero ella seguía hecha un capullo.
Ella pensó lo anterior dicho y con un suspiro se corrió hacia un lado. Él notó esto y entendió que estaba dejando que se sentara junto a ella; con una pequeña sonrisa se adentró en la bodega, justo a la par de la pelirroja pero ella seguía con las manos en su rostro.
—¿Estás bien? —preguntó él, mirando como se encogía cada vez más por el llanto. Le partía el alma verla así, haría lo que fuera por verla sonreír de nuevo. Nunca la había visto llorar y simplemente le rompía el corazón en mil pedazos; sentía una gran impotencia. —Claramente no lo estás... Hey...Pero ya no llores más, por favor. No puedo verte así.
—Entonces no me veas...
—No, sí te quiero ver...Pero no así. Ven, vamos a limpiar esas lágrimas.
—¿Hm?
Jim delicadamente con sus manos, tomó el rostro de la joven y lo levantó poco a poco hasta dejarlo a la altura de sus ojos. Él observó su hermoso rostro lleno de lágrimas, incluso manchado de rímel que se había corrido por el agua de sus ojos, pero no le importaba; lo único que le importaba era que estuviera bien. Sin pensarlo dos veces, le limpió las lágrimas y sonrió.
—Mucho mejor. Ahora...¿podrías darme una pequeña sonrisa?
—¿Qué?
—¡Por favor!
—¿Por qué? —sollozó un poco.
—Te ves linda cuando sonríes.
Ella dejó salir una pequeña risita no porque él se lo haya pedido, sino porque realmente la había hecho sonreír.
Sonrió emocionado —¡Te hice reír! ¡Yeah! ¡Un punto para Jim Hawkins señoras y señores! —hizo un extraño movimiento con las manos, guiñándole un ojo. Ahora la chica dejó salir una carcajada, a lo que él se sintió satisfecho y feliz.
—Gracias, Jim...Ya estoy algo mejor...
—No es nada. Oye...¿Qué fue lo que pasó? ¿Por qué llorabas? ¿Y por qué todos esos idiotas se reían?
Ella rió un poco al escuchar la palabra "idiotas". Lo había dicho de una forma tan repulsiva y hasta con odio podría decirse, que le dio gracia. Pero recordó lo sucedido y borró su sonrisa, tomando aire. —Yo...emm...—bajó la mirada con pena—. Te burlarás de mí y no puedo culparte...Cualquiera se reiría.
Jim frunció el ceño y negó con la cabeza —No, no, no...Ariel, escucha esto muy bien. Yo nunca y recalco NUNCA me burlaría de ti. —afirmó seriamente—. No soy como esa bola de imbéciles. Sería incapaz de lastimarte, quiero que entiendas eso...Que lo único que quiero es que estés segura, feliz...Que seas tú.
La ojos azules quedó realmente sorprendida ante esas palabras. La firmeza con la que se lo había planteado era increíble; había logrado convencerla de que era cierto y además de que podía sentirse en confianza y más importante aún...Podía estar segura con él.
—Bi-bien...Es que yo... Vomité en la piscina...
—Ohhh...
—Y todos se reían y tomaban fotos y, y...Fue horrible. No pensé que las personas podían hacer esas cosas...Dime, ¿eso es común en los adolescentes?
—Por desgracia lo es. Mira Ariel, las personas le gusta hacer burlas de los demás por lo más mínimo...Se sienten como si fueran perfectos, lo cual es una enorme estupidez porque nadie es perfecto. Pero siempre a todo lugar que vayas te encontrarás con gente tonta que disfrutan hacer ese tipo de cosas. Pero es una escuela, se olvidará rápido, ya verás. Olvidarán lo que pasó hoy y no lo recordarán.
—¿En serio? —preguntó ligeramente esperanzada de que se olvidara todo muy pronto.
—En serio. Yo también he pasado por cosas...vergonzosas...
—¿¡De verdad!? —expandió sus ojos, cual los de un búho.
Él rió —Sí... Verás, una vez en primer año de secundaria, tenía muchas ganas de ir al baño y...Apenas tocaron el timbre para ir a recreo salí corriendo directo al sanitario —ante cada palabra que el chico pronunciaba ella reía porque parecía que estuviera haciendo una dramatización. Era muy expresivo haciendo los gestos y ademanes con las manos—. Entré al baño pero...Al entrar me di cuenta de que había chicas en él...
Ariel abrió sus labios con sorpresa y no pudo evitar reírse con la mano en la boca.
—Sí...Me quedé en completo shock. Ellas empezaron a reírse de mí y salí de ahí, pero muchas personas se habían dado cuenta que había entrado al baño de chicas y se burlaron de mí...Ya ni recordaba que tenia que ir al baño de la vergüenza que tenia. Así que...Entré ahora sí al baño de hombres y me quedé ahí las siguientes dos clases y me castigaron. —se rió de sí mismo con la mirada gacha—. Pensé que sería molestado toda mi vida por eso, pero a los tres días, ya ni lo recordaban.
—¿Y cómo hiciste para ir a clases después? ¿No tenias miedo?
—Miedo no, vergüenza sí. No quería ir la verdad, pero sino iba demostraría que me importaba mucho. Así que no queda de otra que afrontarlo. A todos nos ha pasado algo así.
—¿Entonces dices que tengo que hacer como que no me importa?
—Exacto. No les des el gusto de que te vean mal, eres muy linda para estar triste.
La chica sonrió, tornándose un poco roja mirando hacia abajo. Él también sonrió sin quitarle la mirada. Y así estuvieron por unos segundos.
—Bueno, creo que llamaré para que vengan por mí, fue mucha fiesta por una noche. Oh...
—¿Qué sucede?
—Dejé mi bolso en el salón...
—¡Yo te lo traigo, no te preocupes!
—¿S-Seguro?
—Seguro. ¿Está en la mesa, no?
—S-Sí... Gracias Jim.
—Hey, no es nada. —le guiñó un ojo de nuevo y rápidamente se fue por el bolso.
"Estoy seguro de que todo ese incidente fue una broma de Megara y su grupo de idiotas." pensó Jim enojado y frustrado de no haber podido hacer nada en ese momento. Cada zancada que daba era como sí su enojo aumentara.
Llegó de nuevo y observó que todos estaban como sí nada hubiera pasado. Ni siquiera se habían preocupado de sí Ariel estaba bien o no. Eso lo molestaba aún más.
Se dirigió a la mesa y localizó el bolso de la pelirroja. Lo tomó y antes de que se fuera notó que Kuzco se acercaba a él.
—¡Jim! ¿Viste a Ariel? Todos la estamos buscando como locos en todas partes. —expresó con preocupación.
—Está bien, ya no la tienen que buscar. Ya hablé con ella.
—¿En serio? ¡Menos mal! ¿Se encuentra bien?
—Lo está... —dudó por unos segundos—, bueno, lo estará... —sacudió su cabeza—. No se preocupen, yo me encargaré de ella. —sonrió un tanto nervioso.
—Oh, de acuerdo. Estará en buenas manos.
—Eso suena muy mal... —hizo una mueca algo disgustada.
—¡Jim! ¡Eres un pervertido! —exclamó con ojos traumados.
Él rió y asintió con la cabeza, reconociendo que sí había sido algo pervertido —Lo siento, paso mucho tiempo con Hércules. —sonrió.
—Se nota —rió con ganas—. Bueno, les diré a los demás que Ariel está bien.
—Perfecto. —le dio la mano a su amigo y junto con el bolso emprendió camino de regreso.
Al llegar, vio que Ariel lo esperaba fuera de esa pequeña bodega. Ella se giró y al verlo sonrió. Él también lo hizo.
—Madam. —dijo él dulcemente, entregándole la cartera. Ella riéndose lo agarró con gentileza.
—Merci, Messie. —amplió su sonrisa—. Bien, yo... Será mejor que llame a casa para que vengan por mí.
—¡Oh no! Claro que no.
—¿Ah?
—Yo te llevaré a casa, mi bella doncella.
—O-Oh. ¿En serio? —se sonrojó un poco, mirando hacia abajo con pena.
—Por supuesto que sí. Te llevaré en mi...fiel corcel. —le sonrió de forma juguetona y con un brillo en los ojos al que simplemente ella no le podía decir que no.
—Está bien. Te lo agradezco mucho, Jim. —le miró con calidez y ternura.
—¡Sí! ¡Vamos! —la tomó de la mano y empezó a correr. Ella sorprendida trataba de seguirle el paso, aunque iba riéndose sin parar, al igual que él.
Llegaron y Hawkins señaló algo con su mano —Ese es mi bello corcel.
Ella miró en la dirección que apuntaba y apreció una increíble moto negra con decoraciones plateadas. Expandió sus ojos y pronunció con admiración "¡Wuao!"
Él la escuchó y riéndose le preguntó —¿Te gusta mi corcel?
—¡Es genial! No sabía que tenías motocicleta. —lo observó aún con más admiración.
—La tengo desde el año pasado. Pero mi mamá no me deja ir al colegio en ella porque piensa que me escaparé y no volveré jamás. —rió con la cabeza gacha—. Ella es algo... Paranoica. Pero... Tiene sus razones para serlo... —borró su risa, mostrándose serio. La miró pero le esquivó la mirada al instante, como sí tratase de ocultar algo.
—¿Estás bien?
La observó de nuevo y sonrió tratando de disimular —Lo estoy, no te preocupes. Andando.
Se montó en su moto, la encendió y le dio el caso a la pelirroja. Ella sé lo puso y rió; le quedaba un poco grande.
—De haber sabido, te hubiera comprado uno rosa y más pequeño.
—Éste está bien. —dijo entre risas, mientras se sentaba detrás de él.
—Ahora debes abrazarme. —mencionó él sonriente.
Ella sintió un cosquilleo en su estómago a la vez de sentir como el calor llegaba a su rostro, manifestándose rojo.
Se dirán, "Ella se sonroja muy fácilmente." pero la verdad es que él es el único que logra hacerlo.
Rodeó con sus brazos la cintura de Jim y se agarró fuerte, acomodando su cabeza en el hombro de él.
Él sonrió y arrancó la motocicleta directo a la mansión Tritón.
Era una noche ventosa por lo que les pegaba a ambos el viento en el rostro. Durante el camino no necesitaban decirse nada, sólo disfrutaban del recorrido (el cuál Jim ya se había aprendido de la vez que fue a esa casa y casi es echado a patadas).
Varios minutos después...
Al llegar a la casa, ambos se bajaron de la moto y Ariel dejó el caso en la moto del chico.
Ella se acercó a la puerta, sacó las llaves del bolso y antes de abrir, miró a Jim con una sonrisa.
—Jim, debo agradecerte tanto. Me enseñaste a bailar y cuando estaba triste me consolaste y me hiciste sentir mejor.
—No me agradezcas nada. Yo haría lo que fuera por ti, Ariel. —le sonrió, metiendo las manos en sus bolsillos.
La ojos azules no quitaba la sonrisa de su rostro. Él era tan lindo y amable. ¿Es posible que alguien así como él exista? ¿Tan perfecto? Tan... Jim.
—Buenas noches. —dijo ella acomodando su cabello detrás de la oreja.
—¡Espera, Ariel!
—¿Sí?
—Me preguntaba si te gustaría salir conmigo... En... Una cita.
La joven expandió sus ojos a más no poder, nuevamente experimentando ese ligero cosquilleo. Su corazón se aceleró velozmente e iniciaba a tener ganas de gritar y saltar de la felicidad. Su sonrisa se ensanchó a un más y sus ojos radiaban de alegría.
—¡Sí, sí! ¡Claro que sí!
—¿Sí? —su rostro mostró nada más que sorpresa; pensaba que le diría que no.
—¡Sí! —respondió de nuevo con alegría.
—¡Bien, genial! —sonrió—. Después acordamos los detalles, ¿te parece?
—¡Perfecto!
—¡Ok!
Ariel asintió sonriente. Lo miró por unos segundos y decidida le dio un beso en la mejilla (es el segundo que le da, señoras y señores); seguida de eso entró rápidamente a su casa más feliz que nunca. Jim había logrado transformar su noche completamente. Hace menos de una hora ella estaba llorando pero él en unos minutos cambió todo. Era como súper poderes, ella como su Superman...
¿O mejor Batman? ¿O quizá Iron man? ...¿O Thor?
Hm, dejémoslo con que era su súper héroe.
Ariel sonrió, mordiéndose el labio inferior. Esa sensación que sentía dentro de ella era tan extraña pero hermosa a la vez. Extraña porque nunca la había sentido y no sabía exactamente qué era; y hermosa porque sólo él hacía que sintiera esa cosa rara. Se sentía tan contenta, todo en ella era como resplandeciente, podría llorar de emoción en ese momento.
Jim, por el otro lado de la moneda estaba en una especie de parálisis. Le había dado un beso, ¡de nuevo! ¿Han escuchado lo de "mariposas en el estómago" no? Ok...Olvídense de eso e imagínense cientos de elefantes pisando muy fuerte tu estómago y como no hay suficiente espacio se golpean unos a otros; y por si fuera poco aparece Thor y hace una gran descarga eléctrica dentro de ti... ¿Ya? ¿Lo imaginaron? Ok, dupliquen eso al triple y eso es lo que siente Jim.
Y antes de que lo digan, no, ¡no exagero! Es algo indescriptible; él sentía tantas cosas en ese momento. Estaba casi seguro de que todo con Ariel estaba saliendo de maravilla.
Si tan sólo supiera que dentro de unos días todo sería lo contrario... ¡Ups! No debí haber dicho...
¡Sigamos! Jim medio atontado, tocó su mejilla con una sonrisa, dejando salir un suspiro. Quedó así por unos segundos y luego se fue en su motocicleta.
Mientras que dentro de la mansión, Ariel seguía contra la puerta mirando por el picaporte; había visto toda la reacción de Jim y eso le produjo una ternura increíble. ¡Denle un premio por ser tan lindo!
Jane escuchó la puerta de la casa y algo extraña fue allí. Vio a la pelirroja mirando a través del agujero e hizo una cara sorprendida y extrañada a la vez.
—¿Ariel?
La ojos azules escuchó la voz de su tutora y de un brinco se giró.
—¡Jane! ¡Hola!
—¿No deberías estar en la fiesta? Y...¿Cómo lograste llegar? Grimsby iba a pasar por ti cuando lo llamaras.
—Sí, bueno...Pasaron muchas cosas.
—¿Qué cosas? —expandió sus ojos algo asustada.
—Primero fue hermoso —llevó su mirada ligeramente arriba con una sonrisa, recordando el momento en que había bailado con Jim—, luego fue horroroso —borró su sonrisa, mirando al suelo afligida—. ¡Y luego hermoso otra vez! —puso la misma cara de hace unos segundos, más sonriente esta vez.
Jane estaba se podría decir que algo asustada de los gestos de la joven. Miró a los lados y se acercó más a Ariel.
—Ok, explícame todo pero sin esas caras que me estás dando miedo. ¿No tomaste o sí? —e acercó aún más tratando de captar algún olor a alcohol. —¿Hiciste algo ilegal? ¿¡Ah, ah!?
La adolescente salió de su trance y se asustó de ver a Jane tan cerca suyo.
—¿Qué? ¡No! ¡Nada de eso!
Porter se encogió de hombros.
—Vamos a mi habitación, Jane. Te explicaré todo. —la tomó de la mano y se la fue llevando hasta su habitación a contarle su peculiar noche.
Bueno, ustedes se dirán. "¿Qué pasó con el resto de las personas? Hace mucho no sabemos de algunos..." Ok, ok. Soy mala, lo sé...Pero cálmense que seré buena y les dejaré saber más sobre otros.
Lejos de allí, en una zona rural se encontraba una cafetería descuida y pequeña. Tal vez la recuerden, ahí trabaja una persona que ya conocen. Linda, morena, alta, cabello oscuro y largo.
—Bueno, creo que eso fue todo por hoy. —dijo Pocahontas, limpiándose el sudor de la frente. Estaba aliviada de por fin haber finalizado con su jornada laboral; lavó platos, barrió el piso, limpió las mesas...Estaba agotada.
¿Quién necesita ejercicios cuando puedes hacer todo eso en dos horas?
—¿Pocahontas, terminaste? —salió su jefe de la cocina, aproximándose a ella.
—Terminé. Todo está limpio, señor.
—Perfecto, gracias.
—No es nada. Bien, creo que será mejor que me vaya antes de que se me haga más tarde.
—¡No, espera Pocahontas! —exclamó algo acelerado y un tanto nervioso.
—¿Sí?
—Verás, debo decirte algo...Me da pena hacerlo pero...
—¿Qu-Qué pasó? ¿Todo anda bien? —su corazón empezó a acelerarse; su interior temblaba y su mente sacaba muchas conclusiones. Era una alarma cuando sientes venir una mala noticia.
—No, la verdad es que nada está bien...La cafetería...Yo, bueno...La voy a vender.
—¿¡Qué!? ¡Pero, pero...! ¿¡Por qué!?
—Me avergüenza decírtelo así tan de repente, pero es que hay muchas deudas y un señor me ofreció comprar el lugar hace dos días y en vista de la situación...No pude negarme. —bajó la mirada, pasando su mano por detrás de su nuca.
Justo en ese momento ella sintió como si le pegaran una patada en el estómago. Quería llorar, gritar... Había trabajado en esa cafetería por muchos años, se podría decir que casi vivía en ese lugar.
—Es un chiste, ¿verdad?
—Ojalá lo fuera...Me duele mucho, este lugar ha estado en mi familia durante décadas pero... No hay remedio ya. El dinero me vendrá bien y no te preocupes que te daré parte de él. Además, la otra semana tengo una entrevista de trabajo y te recomiendo que empieces a buscar empleos. Mañana será comprado el local.
Pocahontas había quedado en un completo shock; sus ojos se llenaron de lágrimas pero respiro hondo para que no salieran de allí. Le ponía muy triste todo porque como se mencionó antes, ella estuvo trabajando por muchos años; le había agarrado un gran cariño no sólo al lugar sino a su propio jefe —aunque a veces fuera gruñón el canoso barrigón—. Era como su segundo hogar.
—¿Un nuevo empleo?
—Sé que lo puedes conseguir fácilmente; eres muy trabajadora y esforzada.
—¡Pero usted sabe mi problema! ¡Me ha tolerado por todos estos años porque era amigo de mis padres pero de no haber sido por eso, me habría despedido! —su tono de voz se intensificó, mostrándose agitada y sus ojos rojos y húmedos.
—¡Pocahontas, cálmate por favor!
—¡Admítalo! ¡Lo hizo por mis padres! ¿¡No es cierto!? —las lágrimas ya le comenzaron a recorrer el rostro con agresividad y euforia.
—¡Pocahontas!
—¡Sólo dígalo! —su voz se elevó mucho más, ya se le podría considerar un grito; y no cualquier grito, sino uno lleno de rabia, tristeza y dolor.
—¡Bueno sí! ¡Te mantuve aquí por tus padres! —su expresión facial se amplio en todos los sentidos. Su voz salió disparada cual una flecha directo al corazón de la joven. Ella lo miró y bajó la cabeza, aún con las lágrimas saliendo sin parar—. Pero... —el viejo se le acercó y le tomó la mano, lo que hizo que ella lo alzara a ver con cabellos en su rostro—. Al principio sí lo hacía por tus padres, no te miento...Y más de una vez me desesperaba pero algo hizo que yo cambiara de parecer... —ella parpadeó, dándole más paso a lágrimas—. Tu determinación, Pocahontas. Al principio me costó pero yo veía que lo intentabas y esforzabas por controlar lo de la prótesis de tu pierna y el sólo hecho de ver las ganas con que intentabas, era suficiente para mí para que continuaras trabajando. Eres la persona más valiente y decidida que conozco Pocahontas. No te mantuve aquí por tus padres que en paz descansen y mucho menos por lástima...Te mantuve aquí por ti misma.
La morena se conmovió demasiado al haber escuchado todo eso. Su corazón lo sentía derretirse, el labio inferior le temblaba y los ojos le ardían de tantas lágrimas acumuladas. Sin dudarlo do veces, lo abrazó lo más fuerte que pudo.
¿Recuerdan la vez que ella sin culpa le lanzó encima el café a John? Bueno, eso fue porque aún le cuesta manejar su prótesis. Ya han pasado más de tres años desde que la tiene, pero aún no quiere aceptar la realidad de que le tuvieron que amputar una de sus piernas y por eso de vez en cuando pierde el control. ¿Por qué se la amputaron? Bueno...Más adelante sabrán. Por ahora, eso es lo que deben de saber.
—Perdón... —dijo ella aún abrazando al hombre canoso.
—No me pidas perdón, Pocahontas. Yo soy el que debería hacerlo por no haberte dicho lo de la cafetería en cuando me ofrecieron comprarlo; es sólo que...No sabía cómo decírtelo...
—Tranquilo...Lo importante es que me dijo...Y también me duele mucho, pero es su decisión.
Ambos se separaron sin despejar las miradas.
—Gracias por todo, señor... —le sonrió con unas cuentas lágrimas en sus mejillas.
—No, gracias a ti, Pocahontas. Me enseñaste muchas cosas...Te deseo el mayor de los éxitos, hablo en serio.
—Y yo a usted. —su labio temblaba de nuevo. No le gustaban las despedidas, ya tenía experiencia en eso. Respiró profundo, le dio una última sonrisa y se marchó del lugar.
El viejo miró como cerraba la puerta y se alejaba poco a poco. Suspiró y se encargó de apagar todas las luces y cerrar por completo la cafetería. Una vez que ya estaba afuera, apreció el establecimiento con nostalgia, reviviendo tantos recuerdos y memorias. El pobre viejo se sentía decaído, pero quería convencerse a sí mismo que todo mejoraría. Todo pasa por una razón, ¿no? Tal vez ya era tiempo de dejar ir ese lugar, de empezar a hacer algo mejor.
De eso mismo quería convencerse Pocahontas mientras caminaba a su departamento de brazos cruzados, tratando de no llorar más.
—Tranquila Pocahontas —se decía a ella misma en voz baja—. Encontrarás un nuevo trabajo y te aceptarán con todo y tu prótesis. Pero... ¿En dónde puedo conseguir empleo?
Justo en ese momento, en un lugar llamado El Ben Bow Inn...
—¡Hablo en serio, Sinbad! —exclamó Sarah arreglando lo más rápido que podía toda la cocina.
—Pero Sarah...
—¡Nada de peros! ¡Necesitamos contratar a alguien! Es demasiado trabajo para nosotros dos. John casi ni está en casa y no pienso poner a Jim a trabajar, es su último año y tiene que concentrarse.
—Cariño, estoy seguro de que si nos organizamos todo saldrá bien...Tienes que relajarte. —se acercó a ella y colocó sus manos sobre los hombros de su esposa, mientras le daba un pequeño beso en el cuello—. ¿Sí?
Ella sonrió y se giró para mirarlo a los ojos. Él le devolvió la sonrisa pero después ella se mostró seria.
—No. Dije que contrataremos a alguien y es mi última palabra.
Sinbad suspiró y al ver la mirada tan penetrante de su esposa, no le quedó de otra que aceptar.
—Tú ganas, tú ganas...Mañana pondremos un anuncio en el periódico, ¿de acuerdo?
—Perfecto. —sonrió satisfecha.
Creo que ya se dieron cuenta de quién manda en esa relación, ¿no?
—Bueno, Sinbad. Te encargas de limpiar el resto, yo estoy agotada.
—¿Qué? ¡Pero...!
Ella alzó una ceja, dándole una mirada disgustada y como toque final, llevando sus brazos a las caderas.
Sinbad al sentirse intimidado por el aura de enojo de su esposa, asintió rápidamente con la cabeza.
—¡Está bien, está bien! Yo me encargaré de todo.
—Excelente. —le sonrió y ahora sí, salió de la cocina deseosa de poder llegar a su cama y descansar.
Sinbad espero a que saliera por completo de allí y algo fastidiado dijo —Debe de andar en sus días...
—¡Te escuché! —gritó Sarah desde afueras de la cocina a lo que su esposo reaccionó con un ligero salto sorprendido. Esa mujer tenía como oídos súper desarrollados... Pero ella era muy dulce (cuando quería); daba todo por su familia, en especial por sus dos hijos, ya que tanto ella como ellos sufrieron mucho.
"Espero poder conseguir un buen empleado..." pensó la señora, mientras subía las gradas camino a su habitación.
Por otra parte...
"Espero poder conseguir un buen empleo..." pensó Pocahontas, mientras seguía caminando rumbo a su hogar.