Capítulo 12

E

l día siguiente fue milagrosamente normal para todos. La Academia Kuzco comenzaba a entrar en tensión debido a los exámenes que se acercaban la próxima semana. Aunque no todos se preocupaban. Por ejemplo, para Malina responder esas insignificantes preguntas no era nada del otro mundo. Era muy inteligente, de eso no había duda; estaba segura de sus resultados gratificantes de siempre, así que nunca se alteraba por ello. Por el contrario… A otros, los nervios los controlaban más y más. He ahí el caso de nuestro querido —y apuesto— Jim Hawkins. Se estaba esforzando por salir bien, específicamente en el examen de matemáticas. No necesitaba la nota mínima para pasar y listo. No. Necesitaba de por lo menos una C en el examen, o si no, reprobaba matemáticas en el año y ya que ese era su último año, reprobar definitivamente no era una opción. Asombrosamente, ahora sentía algo más de confianza en sí mismo por esa tarde que pasó estudiando con Ariel. Ese día había logrado entender, pero su temor era que se olvidara de todo eso y fallara en el examen. En fin… Lo único que le quedaba ahora era seguir practicando y esperar los resultados.

Por otra parte, Jane estaba emocionada de hacer los exámenes, ¿por qué? Porque sería su primera vez en hacer exámenes para alguien más que no fuera Ariel. Le parecía divertido eso de revisar las pruebas, denotar lo incorrecto, poner una nota y demás.

Sí, lindo para la profesora, horror para los estudiantes.

Y ya que hemos mencionado a la pelirroja, ella también estaba muy ansiosa por la próxima semana. Se dirán… ¿Qué clase de persona se alegraría por hacer exámenes? Pues, la clase de persona que nunca ha recibido clases en un instituto, la clase de persona que hace poco conoció lo que era un casillero, la clase de persona que por primera vez en su vida se relacionaba con gente de su edad, la clase de persona que nunca antes había compartido un salón con tantos jóvenes… Esa clase de persona. En realidad, a ella se le ofreció hacer los exámenes dentro de algunas semanas para que tuviera más tiempo de estudiar y prepararse, pero mucha de la materia evaluada en clase, ya la había estudiado con Jane, así que, no iba tan atrasada como parece. Además, ella quería ir igual que sus compañeros, no le gustaba la idea de no ir al ritmo de ellos. No, no, ella quería ser una alumna más.

Pero dejémonos del colegio y los estudios, ¿no? Se preguntarán cómo está Rajah —ese adorable “gatito desarrollado” —. Él está genial, el viernes después de clases, nuestra protagonista lo visitó junto con Jane —si supieran los gritos que pegaba porque un insecto se le subió en el brazo— y pudieron aprovechar un rato con ese tigre. Rajah sabía que Ariel llegaría siempre a esa hora y a ese lugar. Su relación mejoraba cada vez más, la chica jugaba con él como si fuese un perro cachorro de dos meses de edad. ¿Es su culpa no haber tenido mascotas antes? Aunque técnicamente un tigre no es una mascota, pero ella lo veía de esta forma…

Rajah era de ella.

En fin, ya que ese día no sucedió nada importante, pasemos al fin de semana.
El sábado.

Y sí mal no recuerdo, alguien tenía una cita por la tarde... 

—Bien, creo que estoy lista. —dijo Jane, terminando de arreglarse el cabello. 

Lucía una hermosa blusa amarilla con un encaje muy delicado de flores por el cuello; una enagua que caía por encima de sus rodillas, de color azul oscuro, y unos zapatos tacón cuña, azules. Y el cabello, se lo había dejado suelto con su forma natural: lacio y sedoso.

En ese momento la puerta de la habitación de Jane se abrió y de ella apareció Ariel.

—Jane, tengo una pregunta de... —al contemplar a su ex-tutora, sonrió de forma radiante—, ¡Ay! ¿Pero por qué tan linda?

Porter rió y se giró hacia la pelirroja —Tengo una cita.

—¿Una cita? —frunció el ceño y se mantuvo pensativa por unos segundos, hasta que sus ojos se iluminaron y sonrió —¡OH! ¡Ya lo había visto en una película! ¡Son de esas en las que las parejas y enamorados van a un lugar solos y todo eso! ¿¡Verdad!? —. Sí, bueno... Parecía una niña adivinando un acertijo, lo sé. Pero ¿cómo culparla si nunca ha tenido una? ¿Cómo culparla si hasta hace una semana se relaciona con chicos de su misma edad?

Jane rió ante tal cara —Exacto —, hasta que… —¡No! ¡Espera! —entendió— ¡Nosotros no somos enamorados! ¡Y pareja mucho menos!

—¿Entonces las citas no son románticas?

—No… ¡Bueno sí! ¡Pero ésta no lo es!

—¿No es romántica?

—Así es.

—Pero sí es una cita…

—Sí… No… ¡Sólo vamos a comer algo o a ver una película! Pero como amigos…

—Ohhh, ya entiendo… —sonrió—, creo… —plasmó en su rostro, una mueca.

—Bueno, debo irme. Milo ya está por llegar.

—¡Oh! ¿Saldrás con el Profesor Milo?

—Sipi.

—Bueno, espero se diviertan. —sonrió, nuevamente.

—Gracias, pelirrojita —. Se acercó a ella, dándole un beso en la frente. Luego, procedió a bajar las gradas.

Bajaba algo apurada y por no fijarse, chocó con alguien, haciendo que lo que cargaba, se viniera al piso.

—¡Oh, cuánto lo siento! —alzó la mirada y se quedó atónita al ver quién era—. Tritón…

—Oh, Jane. No se preocupe, no estaba viendo. Estoy algo apresurado, tengo un almuerzo con unos ejecutivos y no me fije por dónde iba. —dijo, mientras agarraba los papeles que se le habían caído. Ella asintió y a su vez, le ayudó.

Una vez todo recogido, ambos se levantaron y se quedaron mirándose el uno al otro por incontables segundos.

—¿No es curioso? —inició él.

—¿Qué?

—Que ésta es la segunda vez que noto que tienes unos ojos hermosos.

La mujer al instante se sonrojó, con la cabeza gacha.

—Gracias, Tritón… Bien, hasta luego. Saldré. —dijo rápidamente, tratando de salir lo antes posible de ese momento incómodo.

—¿Saldrá? ¿Con quién?

—Con un amigo.

En ese instante, el timbre de la puerta, retumbó por toda la casa, rebotando desde las paredes hasta los oídos de aquellos dos que seguían observándose.

—Ahí están por mí.

—Mmm… Ya veo… Bien... —tomó aire, sacando pecho—, espero le vaya bien. Cuídese.  —respondió, él, secamente.

—Le agradezco. Nos vemos —. Y tan rápido como terminó de pronunciar la última oración, bajó las gradas y llegó a la puerta principal, pero durante ese trayecto pensó “¿Por qué siempre tengo que chocar con las personas?”

Abrió la puerta y justo como ella lo supuso, estaba Milo con un atuendo elegante y refinado de tonalidades cafés y beige.

—Jane Porter, luce usted increíblemente bella. ¿Le gustaría que nos fuéramos de una vez? —halagó usando un distinguido tono, en son de broma.

Ella rió —Hola, Tritón… ¡MILO! ¡Hola Milo! ¿Cómo estás? ¿Bien? ¿Es una linda tarde, no? ¡Hermosa, la verdad! ¿Qué vamos a hacer? ¿A dónde iremos? —soltó las palabras tan veloz que apenas se lograron comprender.

—¿Te sientes bien?

—Pero claro que sí, Tri…¡MILO! Es sólo que… Estoy ansiosa.

—Ya veo… Bien, en ese caso, vamos. Conozco un restaurante genial cerca de aquí.

—De acuerdo.

Ambos procedieron a tomar asiento dentro del automóvil de Milo e iniciaron con su viaje.

Una vez en su destino, bajaron del auto y procedieron a entrar al restaurante que tanto por dentro como por fuera tenía colores y decoraciones italianas.

Ingresaron en ese hermoso lugar, se ubicaron en una mesa a la par de una ventana y esperaron a que les llevaran los menús. Ojearon toda la comida disponible —la cual, era mucha—, pero ambos se decidieron por un delicioso Spaguetti a la Boloñesa. Y mientras traían sus órdenes, comenzaron a charlar.

—Y… ¿Te gusta este lugar?

—¿Es un chiste? ¡Me encanta! —contestó ella, emocionada.

—Me alegra. Te traje aquí porque desde niña te ha gustado la comida italiana.

—¿Aww, aún lo recuerdas?

—¿Cómo olvidarlo? Recuerdo que siempre que iba a tu casa, le pedías a tu madre que preparara pizza.

—¡Cierto! Mamá… —suspiró con una ligera sonrisa—, Ella hacía las mejores pizzas del mundo… 

Milo bajó la mirada —Siento que fue ayer cuándo sucedió todo eso.

—Créeme que yo también… No hay día en el que no recuerde cómo murieron.

—Fue tan…repentino, ¿no?

—Demasiado. Recuerdo cada detalle… Fue un viernes en la noche. Mamá hizo pizza —sonrió algo nostálgica—. Mientras comíamos, escuchamos un ruido por la puerta… Papá se alarmó y se levantó de inmediato. Recuerdo la forma en la que se desplazaba… Lenta y sigilosamente. Luego, el ruido se repitió más fuerte y él se asomó cuidadosamente por la ventana… Eran… —tragó duro—, unos ladrones que se estaban metiendo a la casa. Papá se volteó bruscamente y nos dijo que nos fuéramos de la cocina, que buscáramos un lugar seguro. Mamá reaccionó rápidamente y me tomó de la mano, jalándome para llegar a las gradas y subir por ellas. Mientras subíamos apresuradamente, escuché claramente cómo la puerta se vino abajo y luego escuché… —respiró profundo, tratando de contener las lágrimas—, un balazo que en seguida acabó con la vida de mi padre. Ni siquiera tuve que verlo para saber que ya había muerto.

Milo escuchaba atentamente cada palabra. Le sorprendía escuchar y ver a su amiga de esa forma tan…tan lastimada, tan dolida, tan…

Triste.

—Ojalá todo hubiera terminado ahí —prosiguió la castaña—. Cuando llegamos al piso de arriba, mamá me condujo por el pasillo en dónde estaban las habitaciones y me llevó hasta el fondo. Ahí estaba…

—El ático. Lo recuerdo… Siempre jugábamos ahí.

—Exacto… Ahí me dejó ella, pero cuándo la miré, noté que su rostro estaba lleno de lágrimas, lo que hizo que yo también empezará a llorar… “Todo estará bien, mi amor” me susurró con el aire que le quedaba. “Mami, tengo miedo…” le dije yo con mi corazón a mil por hora. Ella me miró con esos hermosos ojos verdes que tenía y me sonrió dulcemente “No tienes por qué tener miedo. Estarás bien, Jane. Eres una niña fuerte y sé que siempre lo serás.” Yo asentí un poco más tranquila, pero luego, se escucharon unos grandes y pesados pasos que provenían de las gradas. Mamá giró la cabeza y vio las sombras de los hombres que se aproximaban. “¡Apúrate, mami!” le dije, extendiéndole la mano, para que pudiera subir los últimos escalones que le quedaban. Pero… —ni siquiera se había dado cuenta que ya las lágrimas asechaban contra sus brillantes y claros ojos—, cuándo trato de darme la mano… Se resbaló y…cayó hasta el suelo… Grité “¡Mamá, no!”. Ella trató de levantarse, pero se le veía tan aturdida. Me miró con más lágrimas y vi como sus labios se movieron, articulando un “Te amo”. Y con ello… No sé cómo hizo, pero… Hizo que las escaleras del ático se levantaran hasta cerrarse. Grité como loca en ese momento… No podía hacer nada, no podía abrir desde adentro y mi mamá había quedado allá fuera. Escuché un grito de ella y después de eso…Otro balazo que… Al igual que con mi padre… Acabó con su vida… Sí, así murieron mis padres —. Las lágrimas que yacían en el rostro de la mujer eran increíbles. Goteaban y goteaban sin cesar.

Milo tenía un nudo tan grande en su garganta que no sabría si podría hablar. También sus ojos amenazaban con gotear de la misma manera. Su corazón latía tan fuerte que podría explotar. Un escalofrío recorrió cada parte de su ser .Era un sentimiento tan indescriptible que las lágrimas simplemente lo ayudarían a poder expresarse. Sin embargo, se contuvo para no poner peor a su mejor amiga.

—Vaya, Jane… Yo… Sabía que tus padres habían sido asesinados por unos ladrones, pero no sabía todo eso.

—Nadie lo sabe. Eres la primera persona a quién se lo cuento con cada detalle. No tenía las fuerzas necesarias para decírselo a alguien, menos aún cuándo me mudé.

—¿Sabes que nunca entendí por qué te mudaste? Podrías haberte quedado con nosotros. Éramos vecinos. Me acuerdo que esa noche cuando llegaron las autoridades, te encontraron en un gran grado de nervios y esa noche permaneciste en mi casa.

—Sí y esa misma noche llamaron a  mi abuela.

—Y al día siguiente te mudaste…

—Milo, trata de entender. Llamaron a mi abuela porque ella tenía el derecho de enterarse de que su hija y yerno estaban muertos. Además, alguien tenía que hacerse cargo de mí, tan sólo tenía 12 años. Pero recuerda que mi abuela vivía en Europa y ahora, ya no le quedaba nadie, nadie a quién visitar, nadie quién la visitara. Mamá era hija única. Estaba sola. Por eso, me llevó con ella. Después del funeral de mis padres, me fui con ella.

—Y después de eso, perdimos contacto…

Ella suspiró —Lo sé… —trató de sonreír—, pero ahora estamos juntos otra vez. Además, sino me hubiera mudado a Europa, no hubiera conocido a Ariel y a su familia. Vivíamos en el mismo condominio y yo los conocí porque mi abuela conocía a la madre de Ariel, así que, la conocí cuando tenía 2 añitos. Me encantaba estar con ella. La sentía como la hermanita menor que nunca tuve. Y así fuimos creciendo, hasta que yo cumplí 18 años y Ariel 8. Mi abuela murió ese año porque los años no pasaron en vano, pero le agradecí a Dios que haya tenido una muerte en paz. Luego, ese mismo año, Athena murió en el accidente que te mencioné. Fue muy difícil. Su padre se quiso mudar y me ofreció irme con ellos, ya que Ariel y yo, a pesar de 10 años de diferencia, éramos muy unidas, tal como ahora… Y yo, toda mi vida había soñado con enseñar y ahora lo podía hacer con Ariel, ya que su padre era como un nómada, se desplazaba y se desplazaba.. Recibí clases en línea y así fue como me hice la tutora de la chica. Ahora, por cosas de la vida, estamos aquí.

Siento que todo pasó por una razón, Milo. Si mis padres no hubieran muerto, jamás habría vivido en Europa y jamás habría conocido a la Familia Tritón y jamás habríamos llegado aquí.

—Sí, creo tienes razón… Como dices, lo importante es que estás aquí.

—Exacto.

—Ahora…—se enderezó un poco, hasta que su mano tocara el rostro de ella—, ya no más lágrimas. Tienes unos ojos hermosos como para que estén tristes.

Sonrió —Gracias, Tri… —expandió sus ojos a más no poder. Una vez más, casi llama a Milo, Tritón. ¿Por qué le estaba pasando eso? Estaba muy presente en su mente y no tenía idea del porqué y más ahora, que le había dicho “Tienes unos ojos hermosos…” lo mismo que le dijo Tritón hace aproximadamente una hora. No entendía qué pasaba. Estaba algo…confundida…

¿Confundida? ¿Confundida sobre qué? ¿Sobre los sentimientos hacía Tritón?… No, imposible. Pero… ¿Por qué había estado tan presente en sus pensamientos? No era la primera vez que le ocurría algo así. La vez pasada prácticamente tuvo que salir corriendo a su habitación.

¿Será que…? No, no creo.

¿Que ahora Jane está sintiendo cierto interés por Tritón? Pero… Eso no es posible. ¿Una mujer de 26 años con alguien de 40? Eso es mucha diferencia de edad… Bueno, hay parejas que se llevan hasta 20 años de diferencia, pero… ¿Jane y Tritón? ¿En serio?

Será mejor que Jane deje de pensar tanto en eso, porque podría correr el riesgo de…

—¿Jane, te encuentras bien?

—¿Ah? ¡Oh, sí, sí! Estoy…bien… Lo siento, estaba pensando en algo…

—¿Y se puede saber en qué?

—Ammm…

Justo en ese momento, llegó el mesero con los platillos de ambos. No esperaron más y se dispusieron a comer.

—Ah, bueno. ¿En qué pensabas hace unos minutos? —insistió él.

—A-Ah... Yo… ¡Yo ya he hablado mucho! Te toca a ti. ¿Cómo llegaste a Agrabah? ¿Y a la Academia?

—Bueno… —aclaró su garganta—, una vez que terminé mis estudios, decide mudarme y así independizarme. Me mudé aquí, a Agrabah, compré un apartamento y empecé a buscar ofertas de empleo. Primero, trabajé en un Museo… No dio resultado… Y ahora soy profesor de historia en la Academia Kuzco.

—Oh, eso es genial. Me alegro mucho por ti. ¿Cómo están tus padres?

—De lo mejor. Mamá me llama todos los días —rió—.

—¿Siempre tan paranoica?

—Siempre tan paranoica.

Ambos rieron y siguieron disfrutando de la comida.

Y así siguieron, hasta que cuando se dieron cuenta, ya habían terminado de digerir sus platillos y el tiempo se fue volando. Así que, la cuenta fue pagada —que como buen caballero, Milo se encargó de ello—. Ahora, iban camino a la casa en dónde vivía Jane.

El viaje se hizo corto y apacible. En un dos por tres, Jane se había despedido de su amigo y ya estaba por entrar a la casa. Abrió la puerta de forma lenta y se podría decir que algo perezosa, y la cerró de la misma manera. Una vez completamente cerrada, se arre costó en ella y comenzó a pensar en todo lo sucedido esa tarde, específicamente lo que había contado sobre sus padres, que le traían tan horrorosos recuerdos. Era increíble cómo podía pensar más en la muerte de ellos, que en todos los buenos momentos que vivieron juntos como una familia. Era asombroso como todo podía venirse abajo en una noche. Si bien había sido hace muchos años, pero es que esa noche fue tan traumante para ella, fue tan dolorosa, tan impactante… Que cada día apenas abría los ojos se le venía a la mente la escena de su madre cayendo por las escaleras. Cada noche apenas se acostaba y cerraba sus ojos, recordaba el sonido de los balazos que se llevaron tan rápido y cruelmente a sus progenitores. Pero… ¿Qué le daba fuerzas para seguir adelante? O mejor dicho… ¿Quién?

Bueno, eso es fácil y muy obvio, ¿no les parece? La única persona que le daba las fuerzas necesarias para levantarse y sonreírle a la vida era…

—¡Jane, volviste!

Ella sonrió, levantando la cabeza —Volví, Ariel. 

La pelirroja se acercó, dándole un abrazo cariñoso y cálido.

—¿Cómo te fue en tu cita?

—Bien, todo estuvo genial. Me divertí mucho, la verdad.

—Me alegro por ti. Milo me cae bien, así que lo apruebo…

—Bien… ¡Espera! ¿Qué dijiste?

—Que apruebo el romance entre tú y Milo. Dahh.

Jane rió fuerte, cruzando los brazos —Ariel, entre Milo y yo no hay un romance. Somos amigos y desde hace años, nunca habrá algo más.

—Nunca digas nunca. —sonrió levantando las cejas de forma pícara.

Jane levantó una ceja seria, analizando lo recién dicho por la chica, hasta que sonrió, acercándose a ella sin quitarle la mirada de encima —Nunca.

Ella algo molesta le sacó la lengua.

—¡Uhh! Me sacó la lengua, me voy a morir. —fingió estar asustada, con media sonrisa.

La adolescente rió y dijo —Bien, antes de que salieras, te iba a preguntar algo sobre tu examen, ya que es el primero.

—Seguro. Vamos a tu habitación y te explico, pero no te puedo dar las respuestas.—sonrió.

—No necesito las respuestas, sé que me irá bien.

—Me parece. Ok, vamos a ver esa duda que tienes.

—Andando.

Jane rodeó con su mano el hombro de Ariel y así se fueron preparadas para estudiar.

El fin de semana fue más que un simple tiempo de estudio para todos los estudiantes. Libros, cuadernos, apuntes, insomnio, sueño, estrés, ansiedad, pereza y jaquecas… Esos eran los ingredientes para un fin de semana lleno de preparación para todos los jóvenes de lo que les esperaba la semana entrante.

El lunes llegó a Agrabah, manifestándose en el día, un clima húmedo y frío. Junto a la humedad, se presenciaban a todos los chicos repasando las últimas prácticas hechas en clase y algunos hasta rezando para que alguna clase de luz divina los iluminara en medio examen. La verdad es que las matemáticas siempre es algo desde tiempos remotos que ha causado estrés. No es algo como de memorizar como en otras materias o asignaturas, las matemáticas por el más mínimo detalles, cometes un gran error.

La verdad es que las matemáticas te pueden volver loco.

Tan sólo vean al pobre Albert Einstein.

Bien, como decía…  Hay que ser muy cuidadoso con ellas. Para muchos era el examen más duro de todos, como es el caso de Jim, ya mencionado anteriormente.

En fin, la semana fue pasando lentamente. Cada día los estudiantes debían llegar a sus casas, directo a estudiar para el examen del día siguiente. Tenían que hacer su mejor esfuerzo si querían que les fuera bien. Recordemos que éste es su último año antes de graduarse, por tanto, era muy difícil y no bastaba con leer una vez la materia. No. Requería de una buena preparación.

Pero, los exámenes son aburridos, ¿cierto?

Cierto, así que… Mejor nos vamos hasta el final de la semana, cuando ya todos sonreían y al inhalar el aire, les llegaba cierto aroma a libertad.

Justo en ese momento, se encontraban en la penúltima clase del día viernes, que era nada más y nada menos que con..

—Bueno, chicos… —inició Jane Porter—, quiero decirles que ya revisé sus exámenes, los iré llamando y conforme se los vaya entregando, pueden ir saliendo—. Inmediatamente se escuchó cómo los alumnos suspiraron desanimados y otros comenzaban a susurrarse diciendo lo mal que les había ido—. Hey, no hay motivos para que se pongan así. Los exámenes están muy bien. A muy poca gente le fue mal, así que me siento muy orgullosa, ya que hace poco nos conocemos y a pesar de eso, los resultados son excelentes. Además, me complace decir que hubo dos personas que sacaron la nota máxima y esas son… —tomó los dos exámenes y leyó el nombre del primero con una sonrisa. Malina sacó pecho y estaba a punto de levantarse, hasta que… —Ariel. Muchas felicidades.

Nuestra pelirroja abrió los ojos como platos y se levantó de su asiento con una sonrisa mientras todos aplaudían —se podría decir que ella se llevaba muy bien con toda la clase—, la única oveja negra era Malina que se sentía indignada de que no fuera ella la de esa nota, aunque ya sabía que ella era la otra persona que obtuvo la mejor calificación, pero lo que más le molestaba era que Ariel también la tuviera.

Jane le entregó la prueba con orgullo, mientras la muchacha respondía con un “Gracias”. Dicho esto, se retiró del salón, esperando a que sus amigos salieran.

—Y la otra máxima nota fue Malina. Muchas felicidades, a ti también.

Malina se levantó y sin nada que decir tomó su prueba y salió rápidamente. Al ver a Ariel a un lado de la puerta, se acercó a ella.

—Muy bien, Malina. Veo que ambas tuvimos una excelente nota.

—Sí… —contestó la morena entre dientes.

Poco a poco fueron saliendo los demás. Unos podrían llorar de alegría y otros…Otros digamos que no querían llegar a sus casas por la tremenda regañada que les darían sus padres.

Kuzco ya había salido, que afortunadamente tuvo una buena nota, al igual que Mulán. Estaban junto a las demás, esperando a Jim y Hércules.

—De verdad espero que a Jim le haya ido bien —mencionó Ariel, tomándose las manos.

—Yo también espero que le vaya bien —intervino la hermana de Kuzco—, no querría estar en tu lugar —señaló a la pelirroja—, si él reprueba porque sería… Culpa tuya. 

La chica ojos zafiro miró a su “amiga” preocupada y nerviosa.

—¿Así como ha sido tu culpa que siempre repruebe? —agregó Kuzco, defendiendo a la joven.

Malina lo miró con ojos inquisidores y suspiró de mala gana, dándole la espalda.

—Le irá bien, tranquila, Ariel. —añadió Mulán, poniendo su mano sobre el  hombro de su amiga. Ella volteó a mirarla y le sonrió, agradecida por tratar de calmarla. Cuando su mirada cayó nuevamente al frente, observó que Jane ya había llamado a Jim y le estaba diciendo algo.

Dentro del aula…

—Jim… —empezó la profesora con el examen en mano, teniendo al joven en frente de ella—, revisé tus promedios de matemáticas y exámenes anteriores y noto que es la única materia en dónde sales muy mal. Este año no has logrado aprobar ni uno, ¿sabes que si sigues así, tendrás que ir a la escuela de verano y no podrás graduarte, cierto?

Jim estaba que sudaba por todo lado. El tono con el que su profesora le dijo todo eso, mostraba cierta decepción y tal vez hasta enojo. Su graduación dependía de ese examen, más nervioso no podía estar. Sus ojos caían con desilusión al piso, sin mirar un punto fijo, simplemente pensaba en lo mal que seguramente le había ido. No quería pensar si quiera la enorme decepción  que sus padres se llevarían al decirles él que no se podría graduar. Se sentía tan fiasco.

Afuera de la clase…

Ariel observaba todo con suma atención, aunque no podía escuchar nada, lo único que tenía era la imagen deshecha de Jim y a Jane hablando seriamente.

No podía haber reprobado, ella estaba segura de que él había entendido todo. Sabía que él se estaba esforzando mucho, sabía que todo el fin de semana no había parado de estudiar. Lo sabía, no era posible que hubiera fallado.

¿O sí?

Mientras se cuestionaba todo eso, captó que Jim iba saliendo despacio de ese lugar, sin poder dejar de mirar el examen.

Ariel se arrimó a él velozmente y con mucha intriga le preguntó —¿¡Y bien, Jim!? ¿¡Cómo te fue!?

Hawkins alzó vagamente la mirada y con mucho pesar le respondió —Reprobé el examen…

La sonrisa de Ariel se evaporó, poniendo en su lugar, un rostro lleno de angustia y tristeza. Sentía que el mundo se le venía abajo, el dolor que sentía era increíble.  —¿Qu-Qué…? Ohhh no… —la pobre chica estaba a punto de llorar, hasta que…

—¡Es broma! ¡Saqué una B! —exclamó mostrándole el examen, sonriente.

Ella expandió sus ojos de forma tan grande y abierta que podrían salirse volando en ese instante —¿¡Sacaste una B!? —expresó con alegría.

—¡Saqué una B!

—¿¡En serio, en serio!?

—¡En serio, en serio!

—¡Wuaaao Jim, tienes una B!

—¡Y todo gracias a ti, Ariel! ¡Eres la mejor tutora que he tenido!

La pelirroja sonrió sin saber qué decir, sólo tenía la capacidad de verlo, admirar su felicidad que ahora él la compartía con ella.

Malina, Kuzco y Mulán estaban boquiabiertos. Jim Hawkins había sacado una B, una nota más alta que la de Kuzco a quién siempre le iba excelente.

Malina cerró los puños con cólera, mientras sentía la gran necesidad de gritar y  hacer un berrinche. Su hermano se aproximó y le dijo en el oído con tono burlón —¡Uhhh! ¡Bitch, slap! 

La de ojos oscuros giró la cabeza hasta encarar a su hermano y de forma altanera le dijo —¿Hoy andas de graciosito, verdad?

—No, yo soy así, es mi comportamiento natural. Pero, ¿tú qué? ¿Tomaste el café amargo en la mañana? —se tapó la boca con la mano, conteniéndose la risa.

—Ja-Ja-ja… No, no tomé café hoy…

—¿También es tu comportamiento natural? —volvió a taparse la boca, pero ésta vez se le escapó algo de la risa contenida.

—Cállate, idiota. —rodó los ojos.

—De verdad, Ariel. Sin ti, no hubiera podido. ¡Este examen mi mamá tiene que pegarlo en la refrigeradora! —sonrió, contemplando su prueba.

Ariel rió, se veía tan simpático, la forma en que sus ojos brillaban por el orgullo de su rendimiento. Se le veía tan orgulloso de sí que hasta lograba traspasárselo a ella con una simple sonrisa.

—¡Jim, estoy tan feliz por ti! —respondió con un tono de voz elevado y lleno de alegría que no se contuvo y le plantó un dulce y sonoro beso en la mejilla. 

Upsi. ¿Ariel besó a Jim en la mejilla?

Ohhh...

Genial, ¿no?

Sin embargo, nuestra protagonista al analizar lo que había hecho, dio un pequeño paso hacia atrás, quedándose sin aliento, mientras se sonrojaba.

Los demás que presenciaron aquel acto, quedaron completamente extasiados. Malina estaba más que sorprendida, más que enojada, más que disgustada, más que triste… Estaba…

Celosa.

El ojos esmeralda con rasgos azules estaba tan estupefacto como los demás, bueno, muchísimo más. No daba crédito a lo que había ocurrido hace unos segundos. Ese sensible gesto despertó en él, cosas que jamás en su vida había sentido. Cosas que no tenían explicación alguna, cosas que no podrían decirse a ciencia cierta qué eran. Pero a pesar de eso, era algo muy fuerte lo que dentro de él, florecía. Algo muy fuerte e intenso había logrado ese simple roce de los labios rojos y carnosos de la chica, con la piel de su rostro. La adrenalina comenzó a correr por su cuerpo, por alguna razón algo lo hacía querer más, querer más de ese gesto que acababa de hacer, querer más de sentirla tan pero tan cerca, quería… Quería quererla.

Por el otro lado de la moneda, Ariel estaba más que apenada, su rostro no había dejado de sonrojarse, no sabía ni comprendía el porqué de ese ligero beso. Sus impulsos le ganaron, eso en definitiva. Ahora ni siquiera podía alzar la mirada, estaba demasiado avergonzada.

—Ah-Ah…Yo…—apenas pronunciaba—, N-No…Yo…Lo s-siento…No te-tenía…Yo…—suspiró fuertemente, mirando a sus amigos, nerviosa—. ¡Wuao! ¿¡Hace calor aquí, no les parece, chicos!?

Jim con su mano, tomó la barbilla de la pelirroja, hasta mirarla directo a los ojos, susurrándole —No, sólo eres tú.

Ahora más que nunca, su cara adoptó el color de su cabello; más sonrojada no podía estar, a lo que él, sonrió con dulzura. Pese a ello, ella percibía como era que su estómago le producía cierto cosquilleo. Sus ojos manifestaban asombro, pero a la vez se encontraban llenos de ternura y delicadez. Con tan sólo un parpadeo, lo dejaba deslumbrado a él con tales negras y tupidas pestañas. Además, ninguno de los dos se había percatado de la corta distancia entre ambos.

—¡Wooo, tengo una C! —gritó Hércules, saliendo del salón de clases.

Inmediatamente Ariel y Jim se separaron, disimulando que nada había ocurrido. La chica de piel morena no les quitaba los ojos de encima, todo había pasado en un abrir y cerrar de ojos, que no le había dado tiempo de intervenir.

—M-Me alegro por ti, Herc. —le dijo Ariel.

—Gracias, linda. —le guiñó un ojo.

Segundos después, la campana sonó, avisándoles a todos que era hora del almuerzo.

—¡Sí! ¡Al fin el almuerzo! Vamos, chicos.

—Ustedes adelántense, yo iré a dejar unos libros a mi casillero. —dijo “la nueva”—, Mulán, ¿me acompañas?

—Sí, claro.

Y así, éstas dos tomaron rumbo a los casilleros, mientras que los demás iban a la cafetería. No obstante, Hawkins le dio una ojeada a Ariel y después de sonreír, siguió con su camino.

Una vez que llegaron a los casilleros, la de ojos zafiro sacó unos libros de su bolso y los metió adentro de su pequeña cavidad verde oscura, con una mirada totalmente ida, como en otro planeta, adornándola con una pequeña y disimulada sonrisa.

—Ariel…¿Estás bien?

—Ajá… —contestó aún con esa torpe mirada.

—¿Segura?

—Ajá…

—Me voy a tirar de un puente, ¿tú qué dices?

—Ajá…

—¡Ariel! —elevó su tono de voz, lo suficientemente fuerte para que ésta escuchara y volteara con sorpresa.

—¿Qu-Qué te pasa?

—¿Qué me pasa a mí? ¿Qué te pasa a ti?

—¿De qué hablas?

—¡Oh, por favor! Ariel, es muy obvio que estás loca por Jim.

—¿Otra vez con eso? Te he dicho que no me gusta. Él y yo somos…amigos, nada más… Lo que pasó ahora fue… Fue un acto de amistad.

—Pues eres muy amistosa…

—Mulán, hablo en serio. No pasa nada entre él y yo.

—¿Estás completamente segura? ¿No te gusta ni siquiera un poquitito?

—Pues, si lo pones de esa forma, creo que diría…